martes, 22 de junio de 2004

Siguieron otros besos

(Recomendable leer primero la entrada anterior)



A pesar de ese primer tropiezo, sorprendentemente, le seguí gustando a Julio. Así que, durante las no-vacaciones nos escribimos largas y amorosas cartas. Por este medio tan anticuado conseguimos que nuestro cariño soreviviera hasta el siguiente verano.



Ya he dicho en algún sitio que me identifico con el personaje de Tornasol; el problema es que por fuera soy tan distinta de él - cosa que podréis comprobar si algún día me decido a poner una foto - que nadie, aún conociéndome de tiempo atrás, advierte este parentesco. Eso es fruto de numerosos malentendidos con respecto a mi personalidad y a las intenciones de mis actos. Yo misma he tardado mucho en comprender a qué se debían algunos de mis problemas con los que me rodeaban.



La cuestión es que Julio y yo seguimos saliendo y queriéndonos con más confianza. Uno de esos días se celebró una fiestecilla en casa de unos amigos cuyos padres habían tenido la imprudencia de desaparecer.



Supongo que sabréis lo que son esas cosas. Luces débiles, alcohol, música romántica. Yo no suelo beber, pero también es cierto que piso una chapa y no sé lo que hago.



Julio y yo estábamos sentaditos en un sillón, muy acaramelados, muy tiernos. En un determinado momento tuve que levantarme para ir `to the ladies´.



Al volver, como le había echado mucho de menos en esos cinco minutos, le dí un tierno beso, pero...

...horror...

...no tardé en advertir que me había equivocado de sillón y de chico (aún cuando él, todo hay que decirlo, no protestó en absoluto).



Comprenderéis querido lectores que aunque este suceso, ahora, me haga reir mucho, en aquel momento supuso para mí un golpe tan fuerte como cuando atraviesas a toda mecha un cristal en el que no habías reparado.

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